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La inventora del calzón
Publicación: lunes, 22 de agosto de 2022

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La inventora del calzón

La inventora del calzón

Así es amigos. En la presente edición reproduzco un artículo escrito por Amores publicado en un diario capitalino. El comentario dice así: “Un asunto de piernas preocupaba a Catalina de Médicis en sus intentos por conquistar al príncipe Enrique. Ella se había dado cuenta que sus piernas eran más hermosas que las de Diana, la amante oficial del príncipe. Por eso, decidió aprovechar esta importante cualidad. Su plan fue simple; lucirlas para que todo el reino y, desde luego, Enrique supiera que sus piernas eran mejores que las de su amante. Pero debería lucirlas de modo que sus maniobras no pareciesen intencionales”. Catalina sabía que la oportunidad llegaría pronto. Y no se equivocó, pues a los pocos días, se programó en el reino una partida de caza a la que, como era habitual, estaban invitados el rey de Francia, Francisco I, el príncipe Enrique, Catalina de Médicis y otros personajes de la Corte. Catalina se dijo a sí misma. «Ha llegado el momento». La sesión de caza, como es de suponer, se realizaba a caballo. Durante varias horas, los participantes cabalgaban tras la presa (venados y gamos) Que, en aquellos tiempos, siglo X abundaban en los bosques del centro Europa. Las mujeres acostumbradas a montar colocando las dos piernas a un lado tal como si se sentaran en un sofá. Entretanto, los príncipes e invitados y habían subido a sus caballos y solo faltaba que lo hiciese Catalina, y lo hizo de un modo peculiar. Puso primero el pie izquierdo sobre el estribo y después elevó su otra pierna lenta e insinuante, para luego sentarse en la montura. El ardid de Catalina para exhibir sus piernas era obvio. Aquel día sus bellas piernas fueron conocidas por todos los asistentes antes de iniciar la sesión de caza. Pasada una semana se organizó otra partida, Catalina aparecía montada a caballo y su falda a medio levantar para mostrar sus contorneadas extremidades inferiores. El comentario de Enrique no se hizo esperar: «que buenas piernas tiene mi esposa». El plan había dado resultado. El príncipe se fijó en Catalina y hasta se sintió fuertemente atraído por ella, como Enrique era mu, impulsivo decidió poseerla de inmediato, sin llamar la atención se apartaron del grupo y se dirigieron a palacio para dar rienda suelta al supremo placer. En posteriores ocasiones, Catalina continuó haciendo lo mismo y, como sucede siempre en todas las cortes del mundo, damas de compañía de las cortesanas comenzaron a imitarla con notables resultados. Pero como las cosas no siempre está como uno quiere, llegó el día en que todo el terreno ganado por la astucia y la fortaleza de Catalina se perdió en un solo instante Justo en el momento en que se estaba sentando sobre la montura, luciendo una de sus espléndidas piernas, vino un fuerte ventarrón que levantó sus faldas hasta el ombligo, y todos pudieren disfrutar lanzando fuertes carcajadas de lo interesante que era el templo amoroso de la futura Reyna. Todo se derrumbó, porque lo ridículo es lo peor que puede suceder a una mujer o a un varón que está en plan de conquista. Ahora bien, las mujeres de ese entonces se ataviaban solo con faldas y enaguas, y como no tenían calzones, en múltiples circunstancias con un golpe de viento, un resbalón o un tirón imprevisto de su falda, lucían sus encantos amorosos sin defensa alguna. Volviendo a la cacería y las carcajadas de Diana, que se encontraba entre las asistentes, encolerizó a Catalina, pero ésta no tiró la esponja y no se dio por vencida. Fue así como luego de darle muchas vueltas al tema tuvo una genial idea. Mandó confeccionar una prenda cuya función era cubrir el templo del Amor. Así nació el calzón. Aunque usted no lo crea, Cata lino de Mediéis, para evitar hacer el ridículo cuando intentaba mostrar sus bellas piernas, inventó una prenda de vestir que la protegiese del ridículo. Pero, además de su genial invento, hubo otro hecho notable cuando las damas de compañía comenzaron a usar calzones. El uso de esta prenda no se generalizó hasta mediados del siglo pasado. Primero comenzaron a usarlo las prostitutas, por una razón muy simple: porque el calzón es una prenda femenina que despierta impulsos fetichistas hasta en los varones más adustos. Cuando las esposas serias de Inglaterra se dieron cuenta de lo que sucedía, sin esperar más, comenzaron a ponerse calzones y pronto la industria de confeccione’ inició su producción, cada cual más bello y tomador que los otros. A partir de entonces, el use del calzón se propagó vertiginosamente por todo el mundo occidental. En la actualidad mis amigos, las bombachas de las buenasmozas son tan simples y livianas que podrían caber en una cajita de fósforos, porque prenda íntima ya no hay, tan solamente unas pitas, si o no.

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    Chaski
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